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La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha identificado la variante NB.1.8.1 del SARS-CoV-2 como una nueva mutación con un crecimiento acelerado en varias regiones del mundo. Detectada por primera vez en enero, esta cepa representa más del 10% de los contagios globales y es dominante en China y Hong Kong. También ha sido reportada en destinos turísticos clave, como Egipto, Maldivas y Tailandia, así como en varios estados de EE.UU., donde su incidencia ha aumentado en el último mes.
A pesar de su rápida propagación, la OMS considera que el riesgo para la salud pública sigue siendo bajo. La NB.1.8.1 tiene una evasión inmunitaria mínima, lo que permite que la mayoría de los infectados eliminen el virus rápidamente. «Los datos actuales no indican que esta variante provoque una enfermedad más grave que otras variantes en circulación», explicó la organización. Sin embargo, países como India y Tailandia han reportado un alza en hospitalizaciones, aunque expertos señalan que este aumento no refleja una mayor gravedad, sino precauciones médicas para ciertos grupos vulnerables.
Ante el avance de la variante, la OMS recomienda a los gobiernos intensificar la vigilancia genómica y realizar estudios de neutralización para evaluar su comportamiento. También continúa analizando la efectividad de las vacunas frente a esta mutación, buscando garantizar una respuesta adecuada ante posibles cambios en la pandemia. Aunque los síntomas siguen siendo similares a los de variantes anteriores, la comunidad científica sigue monitoreando su evolución para prever cualquier impacto a largo plazo.
