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El desfile del Orgullo LGBTIQ+ celebrado recientemente en Nueva York volvió a llenar las calles de colores, música y mensajes de reivindicación política. Sin embargo, no tardaron en surgir voces críticas desde distintos sectores sociales que consideraron algunas expresiones del evento como “excesivas” o “inadecuadas” para el espacio público, especialmente en zonas y horarios de alto tránsito familiar y comercial.
Algunos representantes de gremios empresariales y comunidades vecinales expresaron su desacuerdo a través de redes sociales, alegando que ciertos actos escénicos desentonan con la convivencia urbana y generan incomodidad entre trabajadores y familias. Aseguran que no cuestionan los derechos civiles ni la lucha por la igualdad, pero demandan un replanteamiento sobre las formas de manifestación.
Por su parte, colectivos y activistas LGBTIQ+ defendieron la marcha como un ejercicio legítimo de visibilidad y memoria histórica. Destacaron que el desfile sigue siendo un espacio para denunciar exclusión y retrocesos legislativos, y recordaron que el Orgullo nació como protesta frente a la represión. El contraste de posturas vuelve a poner en discusión los límites —y posibilidades— de la expresión social en escenarios urbanos.